La Historia de Salem
PARTE 2
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Yazzmin Batya
La Historia de Salem
(Un
relato escrito por Abraham)
Abraham relata La
Historia de Salem según
lo escuchó “de los labios de Melquisedec” en la ocasión en que
subieron a Salem para celebrar la fiesta de Sukot, después de La
Gran Liberación. Adonías, cansado de las iniquidades del
pueblo e inspirado en las virtudes de su amado hijo, edifica una ciudad: “un
reino diferente a todos los demás”. Después de vivir el júbilo de la
victoria y la lamentación de la perdición, Melquisedec recibe una revelación de
un ángel, en la que le declara que “todo aquel drama que estaba
viviendo…tenía un sentido prefigurativo, retratando acontecimientos pasados y
futuros, que envolvían todo el vasto universo”. (Véase Crono. 1 y 2)
Capítulo
1
Adonías, hombre justo, busca alcanzar su
sueño de justicia y paz. Escribe en un pergamino las leyes que regirían el
nuevo reino de paz. Inicia la edificación de Salem, la cual esta destinada
únicamente pa-ra los limpios de corazón.
1 Ésta es la historia de Salem según la oí
de los labios de Melquisedec en la ocasión de la fiesta de Sukot, quince días
después de la liberación de Lót y sus hijas.
2 Todo comenzó con un sueño en el corazón
de un hombre llamado Adonías; Él poseía muchas riquezas, pero a nada apreciaba
más que a la justicia y a la paz que nacían de la sabiduría y del amor.
3 Cansado con las injusticias que
predominaban por toda la tierra de Canaán, Adonías resolvió edificar un reino
que fuese regido por leyes de amor y de justicia. El nombre de la capital de
ese reino sería Salem, la Ciudad de la Paz.
4 Los súbditos de Salem no empuñarían
arcos y flechas, mas serían entrenados en el arte musical; Cada habitante de
Salem tendría siempre al alcance de sus manos un instrumento musical, para
expresar por medio de el la paz y la alegría de aquel nuevo reino. Juntos,
formarían una poderosa orquesta en la lucha contra la desarmonía que nace del
orgullo y del egoísmo.
5 El primer paso de Adonías para la
concretización de su plan, fue elaborar las leyes del nuevo reino, las cuales
él las escribió en un pergamino. Los súbditos de Salem no podrían mentir,
hurtar, odiar, ni matar a sus semejantes. El orgullo y el egoísmo eran
señalados como causa de todo el mal, por tanto, no podrían existir en aquel
lugar de paz.
6 Las leyes del pergamino requerían la
práctica de la humildad, de la sinceridad, de la amistad, y, por encima de
todo, del amor que es la mayor de todas las virtudes.
7 Después de registrar en el pergamino las
leyes que regirían aquel reino, Adonías comenzó a planificar la arquitectura de
Salem. Sería una ciudad al principio pequeña, con habitaciones para mil
doscientas personas. Como el lugar de su edificación, fue elegida una región
alta de Canaán, al occidente del Monte de los Olivos.
8 En poco tiempo, la realización de
Adonías comenzó a atraer personas de todas partes que, de cerca y de lejos,
venían a conocer los palacios y las mansiones que estaban siendo edificados.
Admirados ante la belleza de aquella ciudad tan blanca, los visitantes
pregun-taban sobre quiénes serían sus habitantes. Adonías les mostraba el
pergamino, diciendo que Salem se destinaba a los limpios de corazón —aquéllos
que estuviesen dispuestos a obedecer sus leyes. —
Capítulo
2
Conclusión de la edificación de Salem.
Melquisedec, la inspiración de su padre. Adonías buscando honrar a un súbdito
especial, ve en Samael un reflejo de las virtudes del propio príncipe. Samael
es honrado.
1 La edificación de la ciudad fue
finalmente concluida y Salem se reveló hermosa como una novia adornada, a la
espera de su esposo.
2 Asentado en su trono, Adonías ahora
examinaba a los nu-merosos candidatos a súbditos que llegaban de todas partes.
Aquéllos que, prometiendo fidelidad a las leyes, eran aprobados, recibían tres
dotes del rey: el derecho a una mansión, vestiduras de lino fino y un
instrumento musical en el cual deberían practicar.
3 La ciudad estaba finalmente repleta de
habitantes. Lleno de alegría, Adonías convocó a todos a la fiesta de
inauguración de Salem, en el transcurso de la cual proclamó un decreto que
determinaría el futuro de aquel reino, diciendo:
4 —A partir de este día, que es el décimo
del séptimo mes, seis años serán contados, en los cuales todos los habitantes
serán probados. Solamente aquellos que permanecieren leales, progresando en la
práctica de las leyes del pergamino, serán confirmados como herederos de este
reino de paz. Aquéllos que fueren enlazados por culpas y transgresiones, serán
desterrados por el juicio. —
5 Las palabras del rey condujo a
todos a un profundo examen de corazón, y se alegraron con la certeza de que
alcanzarían la victoria sobre todo el orgullo y el egoísmo, que son las raíces
de todos los males.
6 Adonías tenía un hijo único a quién
había dado el nombre de Melquisedec. La belleza, ternura y sabiduría de ése
hijo amado, habían sido su inspiración para la edificación y fundación de su
reino.
7 Melquisedec tenía doce años de edad,
cuando Salem fue inaugurada. Era el plan de Adonías coronarlo rey sobre los
súbditos aprobados, al final de los seis años. Este plan, lo mantendría en
secreto hasta el momento oportuno.
8 El príncipe, con sus virtudes y
simpatía, se hizo pronto muy querido por todos en Salem. Él tenía siempre en
los labios una sonrisa y una palabra de afecto. Apreciaba estar junto a los
súbditos en sus hogares, recitándoles las leyes del pergamino en forma de
lindas canciones que vivía componiendo. Su presencia traía al ambiente una
atmósfera de felicidad y paz. Ése amado príncipe poseía, de hecho, todas las
virtudes ne-cesarias para ser rey de una Salem Victoriosa.
9 Adonías había edificado una mansión
especial junto al palacio, con el propósito de ofrecerla al súbdito cuya vida
expresase más perfectamente las leyes del pergamino. Diariamente él
observaba a los habitantes, buscando entre ellos a esa persona a la que deseaba
honrar.
10 Paseaba por las alamedas de Salem,
cuando, por entre el trinar de pájaros, Adonías oyó una voz semejante a la de
su hijo. Al darse vuelta para ver quién era, encontró a un bello joven que
cantaba una canción. Al contemplar en su faz el brillo de la sabiduría y de la
pureza, Adonías se alegró por haber encontrado a aquél a quién podría honrar.
Aquél joven, que era una copia fiel del príncipe, se llamaba Samael.
11 Colocándole un anillo en el dedo,
el rey lo condujo al palacio, donde, fue recibido por Melquisedec que le
ofreció muchos presentes, entre los cuales el derecho de estar siempre a su
lado.
12 Adonías preparó un gran banquete en
honor de Samael, para el cual todos fueron convidados. Al contemplarlo al lado
del rey, los súbditos lo aclamaron con alegría, acreditándolo ser el propio
príncipe.
13 Exaltaban con júbilo las virtudes de
aquél hermoso joven, cuando se manifestó Melquisedec, colocándose con una
sonrisa a la derecha de su padre.
14 En el banquete, Samael fue honrado por
todos. Realmente él era digno de residir en la mansión del monte, pues
había en él un reflejo perfecto de las virtudes que coronaban al amado
príncipe.
Capítulo
3
Las sublimes composiciones de
Melquisedec inspiraban al pueblo a actos de bondad y paz. La música preservando
la armonía y la paz. Samael, compañero inseparable de Melquisedec. Revelaciones
impor-tantes de Adonías a su pueblo sobre el futuro gobierno de una Salem
victoriosa. Samael, guardián de las leyes.
1 Salem crecía en felicidad y paz. Con
alegría, los súbditos se reunían cada día al amanecer para oír, cantar y tocar
las sublimes composiciones de Melquisedec, que inspiraban a actos de bondad y
paz.
2 Entre las amistades nacidas y
fortalecidas en virtud de la música armoniosa, sobresalía aquélla que unía al
príncipe con Samael. Desde que había comenzado a residir en la mansión del
monte, Samael se había convertido en su compañero constante. Juntos pasaban
largas horas, meditando sobre las leyes del pergamino. Con admiración, el
súbdito honrado veía al hijo de Adonías transformar aquellas leyes en lindas
canciones. Las dulces melodías nacían de sus labios como el perfume de una
flor.
3 Consiente de la importancia de la música
en la preservación de la armonía y paz en Salem, el príncipe, además del canto,
comenzó a dedicarse a la música instrumental, siendo su instrumento preferido
el laúd. Era por medio de ese instrumento que conseguía expresar con mayor
perfección la riqueza de su alma.
4 De los seis años de prueba, cinco,
finalmente pasaron. Adonías, feliz de ver que hasta entonces todos los
habitantes de Salem habían permanecido leales a los principios contenidos
en el pergamino, los convocó a un banquete, en el cual haría importantes
revelaciones.
5 Habiendo tomado sus lugares delante del
trono, los súbditos, con alegría unieron las voces entonando los cánticos de la
paz, siendo regidos por Samael.
6 Después de oírlos, el rey, emocionado,
se dirigió a su hijo, abrazándolo en medio de los aplausos de la multitud
agradecida. Todos reconocían que la paz y la alegría en Salem, eran en gran
medida debidas al amor y dedicación del amado prínci-pe, que era el autor de
aquellas dulces canciones.
7 En aquel momento de reconocimiento y
gratitud, Adonías reveló sus planes mantenidos hasta entonces en secreto. Con
voz pausada, les dijo:
8 —Súbditos de este reino de paz, mí alma
esta repleta de alegría por contemplar en este día vuestros rostros más
radiantes que en tiempos pasados. Vuestras vestiduras continúan blancas y
puras, como cuando las recibisteis de mis manos. La armonía de vuestras voces e
instrumentos, hoy son mejores.—
9 Habiendo dicho estas palabras, el rey
agregó con solemnidad:
10 —Un año de prueba todavía resta, al
final del cual seréis examinados. Permaneciendo fieles como hasta aquí,
seréis honrados siendo confirmados como súbditos de este reino de paz. No
obstante, si alguien fuera hallado en falta, será desterrado, aún y cuando este
juicio nos traiga mucha tristeza y sufrimiento. —
11 Las palabras del rey llevaron a los
súbditos a una profunda reflexión. Todos, examinándose, indagaban reverentes: —
¡¿Estaremos aprobados?!—
12 Seguros de que serían victoriosos, pues
amaban a Salem y sus leyes, unieron las voces en un cántico expresivo de
fidelidad. Al terminar el cántico, Adonías les reveló su gran secreto:
13 —Aquéllos que fueren aprobados,
heredando este reino de paz, recibirán como rey a mi hijo, a quien daré el
trono glorificado de esta Salem Victorio-sa. —
14 La revelación del rey fue aclamada por
todos con mucho júbilo. Adonías, sin embargo, todavía no les había revelado
todo su plan, por eso pidiéndoles silencio, prosiguió:
15 —Mi hijo empuñará un cetro especial, en
el cual sellaré todo el derecho de dominio, su cetro, simbolizando toda la
armonía, será un laúd. —
16 Ante esta revelación que a todos
sensibilizó, el príncipe postrándose a los pies de su padre, lloró motivado por
mucha alegría. Mientras tanto, todos le aplaudían con euforia, anhelando ver el
amanecer de ese día en que la paz sería victoriosa.
17 Adonías, llamando a Samael a estar
junto a su hijo, concluyó diciendo:
18 —En el gobierno de esta Salem
victoriosa, tengo el propó-sito de hacer de Samael el primero después de
Melquisedec. A él será confiado el pergamino de las leyes, debiendo ser el
guardián de la honra de este reino triunfante. —
Capítulo
4
Samael se deja dominar por sentimientos
de grandeza y orgullo. Mantiene en secreto su plan e in-tenta imponer sus
conceptos contrarios a la ley del pergamino. Melquisedec consigue restaurarlo
al camino de la humildad y la rectitud, pero nuevamente recae al
dejarse dominar por el orgullo y la codicia.
1 Samael, al conocer los planes de Adonías
en cuanto al futuro de Salem, se llenó de euforia. Contemplaba ahora risueño
aquella ciudad sin igual, imaginando su futuro de gloria. Considerando las
palabras del rey, de que él sería el segundo en el reino, se dejó dominar por un
sentimiento de exaltación. Él, que hasta entonces, en obediencia a las leyes
del pergamino, había vivido una vida de humildad, comenzó a enorgullecerse de
su posición. En su devaneo se sentía junto al trono, teniendo a los súbditos de
Salem a sus pies, aclamando con alabanzas su grandeza. Samael, totalmente
dominado por ese sentimiento, no se daba cuenta de que estaba siendo conducido
por un camino peligroso. El orgullo que lo seducía, estaba generando el egoísmo
que luego se manifestaría en codicia.
2 Una semana después de la revelación de
Adonías, los súbditos promovieron una fiesta en homenaje a Melquisedec, el
futuro rey de Salem. Viéndolo aclamado por tantas alabanzas, Samael tuvo el
corazón arrebatado por un extraño sentimiento de envidia, fruto del orgullo y
del egoísmo. No podía soportar el pensamiento de ser dejado en segundo
plano. ¡¿Acaso no era él tan hermoso y sabio como el príncipe?! Era casi
imposible disfrazar tal sentimiento de infelicidad.
3 En tiempos pasados, Samael encontraba
indescriptible placer en los momentos en que, al lado del príncipe,
recitaba las leyes contenidas en el pergamino, que eran transformadas en lindas
canciones. Ahora, tales momentos se tornaron desagradables, pues aquellos
principios contrariaban sus ideales. Decidió, sin embargo, no revelar sus
sentimientos de rebelión. Soportaría el anticuado pergamino hasta que, con su
autoridad, pudiese excluirlo del nuevo reino que sería establecido. ¿No sería
acaso él el guardián de aquellas leyes? Esa "victoria" procuraría alcanzar
mediante su influencia y sabiduría.
4 Juzgando poder influenciar al hijo de
Adonías con sus sueños de grandeza, Samael se aproximó hasta él con euforia, y
comenzó a hablarle de las glorias del reino venidero, donde los dos, cubiertos
de honores, disfrutarían de las alabanzas de una Salem victoriosa. Serían ellos
los héroes del más perfecto reino establecido entre los hombres.
5 Las delirantes palabras del súbdito
honrado trajeron preocupación y tristeza al corazón del joven príncipe, pues no
reflejaban las enseñanzas de amor y humildad del pergamino.
6 Viendo a su amigo íntimo en peligro,
Melquisedec, con una ternura jamás revelada, lo condujo al lado del trono,
donde, tomando el pergamino, comenzó a leer compasivamente los siguientes
párrafos:
7 —El reino de Salem será afirmado sobre
la humildad, pues esta virtud es la base de toda verdadera grandeza.
8 La humildad es fruto del amor, siendo
contraria al orgullo, que puede mantener a una criatura apresada al polvo,
haciéndola contentarse con sus limitaciones, engañándola como si las mismas
fueran de infinito valor.
9 La humildad consiste en el olvido de sí
mismo, y este, en una vida de abnegado servicio por los semejantes. —
10 Samael, esforzándose por encubrir su
indignación ante la lectura del pergamino que para él era anticuado, dijo al
príncipe, en tono de consejo de amigo:
11 —Mi buen amigo, reinaremos en una Salem
victoriosa, que fulgurará muy por encima de este pergamino, cuyos principios
fueron cumplidos fielmente en estos años de prueba. ¿Acaso la plena libertad no
será la gloria de Salem? Pues sabed que, la completa libertad no coexistirá con
estas leyes, cuyo objetivo se encierra al término de los cinco años.
Corresponde a nosotros dos coronar a Salem con el honor de una total libertad,
que generará una felicidad sin fin. Tal libertad es imposible que exista bajo
las limitaciones del pergamino. —
12 El hijo del rey se estremeció mucho
ante las palabras de su amigo, que evidenciaban locura. ¡¿Cómo liberarlo de ese
camino de muerte?!
13 Nadie en Salem, además de Melquisedec,
conocía la triste condición de Samael. Con paciencia, el príncipe procuraba
concientizarlo del valor real del pergamino, cuyas leyes no podrían jamás ser
alteradas, pues esto ocasionaría el fin de toda la paz.
14 Los consejos del príncipe finalmente
despertaron su corazón. Meditando en sus palabras, se concientizó de estar
siguiendo por un camino engañoso.
15 Al ver en los ojos de aquél a quién
tanto amaba las lágrimas del arrepentimiento, el hijo de Adonías se alegró con
su victoria sobre el orgullo y el egoísmo.
16 Los días que siguieron a la liberación,
fueron llenos de realizaciones; El príncipe se mostraba aún mas amigo,
dispuesto a dar todo de sí mismo de modo que su compañero pudiese proseguir
triunfante en el camino de la humildad. En aquellos días de júbilo, fue
dado a él el honor de conocer el cetro que estaba siendo moldeado.
17 En un momento de descuido, Samael que
había vuelto a disfrutar de paz en el espíritu, permitió que su corazón
nuevamente estuviera poseído por un sentimiento de grandeza, que hizo
desencadenar una nueva tormenta en su alma. Ese sentimiento mezcla de orgullo y
codicia le sobrevino en el momento en que el príncipe le mostraba el laúd
dorado, en el cual estaba siendo impreso el sello de todo el dominio.
Capítulo
5
Samael formula planes de conquista.
Predica a los súbditos una falsa y engañosa doctrina. Adonías percibe
esta rebelión y predica la exactitud de las leyes del pergamino para lograr la
paz y la ver-dadera libertad. Melquisedec les ofrece el perdón y la oportunidad
de volverse a la rectitud. Samael se reúne en secreto con sus seguidores y les
revela su plan de conquista.
1 Desde su mansión Samael contemplaba a
Salem en su resplandor matinal. Viéndola, cual novia adornada a la espera de su
rey, la codició. En su delirio comenzó a formular planes de conquista. Ya podía
sentirse exaltado sobre su trono, teniendo en las manos el cetro precioso.
Todos lo aclamarían como el libertador de la opresión de aquellas leyes. Salem
sería un reino de completa libertad y placer. Dominado por esta codicia,
comenzó a maquinar planes de conquista.
2 Samael decidió actuar sutilmente entre
los súbditos, llevándolos a ver en el pergamino alguna imprecisión a la
libertad real. En su misión de engaño, actuaría con aparente bondad, mostrando
interés por el crecimiento de la felicidad de todos.
3 Poniendo en práctica sus planes, comenzó
a visitar a los súbditos en sus mansiones, hablándoles de las glorias del reino
venidero, donde disfrutarían una completa libertad.
4 Grande era su influencia en Salem. Todos
admiraban su belleza y sabiduría, teniéndolo como un perfecto apóstol de la
justicia y del amor. Nadie podía imaginar que en medio de aquella atmósfera de
júbilo y gratitud una trampa sutil estaba siendo colocada, en las garras de la
cual muchos podrían caer por descuido.
5 En su seductora misión, Samael no
hablaba contra el pergamino, no obstante, lo elogiaba por haber ejercido en
aquellos seis años prontos a finalizar, una misión de prueba. En su lógica, sin
embargo, procuraba mostrar que, en el reino venidero, cuando todos estuvieran
aprobados, estarían por encima de aquellas leyes. Sus argumentos, aparentemente
correctos, le preparaban el camino para afirmar abiertamente que, en el nuevo
reino, la existencia del pergamino, sería una traba a la concretización de la
verdadera libertad.
6 Las semillas de la rebelión lanzadas por
Samael no tardarían en germinar en el corazón de muchos en Salem. Esto
acontecía a seis meses del Yom Kipur, cuando el destino de todos sería sellado.
Un tercio de los habitantes, seducido por el terrible engaño, lo exaltaba
ahora, en completo desprecio a las leyes y al príncipe, a quiénes juzgaban de
anticuados.
7 Adonías, que sufría al ver el
surgimiento de toda esta rebeldía, convocó a los súbditos a una reunión de
emergencia. En la faz de todos se podía ver las contrastantes disposiciones.
8 Con voz compasiva, el rey comenzó a
revelarles, como jamás lo había hecho antes, la gran importancia de las leyes
registradas en el pergamino, mostrando que ellas eran la base de toda la
prosperidad y paz. Si tales leyes fuesen excluidas, toda felicidad y gloria se
extinguirían, dando lugar al caos.
9 Después de mostrar la necesidad de las
leyes, Melquisedec, movido por un fuerte deseo de salvar a aquéllos a quienes
tanto amaba, levantó el pergamino delante de todos y, con voz llena de bondad
les ofreció el perdón y la oportunidad de volver a iniciarse en el camino de la
paz. Sus palabras a todos conmovió, logrando que hasta el mismo Samael estuviese
al principio motivado, sin embargo, el orgullo le impidió de nuevo el
arrepentimiento. De esta manera, el súbdito honrado, cuando todavía podía mirar
arrepentido hacia el pergamino, se endureció en su rebeldía, decidiendo
continuar hasta el fin. Esta decisión, todavía, no la manifestaría prontamente,
pues había idealizado un plan traicionero.
10 Al finalizar el encuentro de
oportunidad, Samael convocó a sus seguidores a una reunión secreta, que fue
realizada bajo el manto de la noche, junto al riachuelo de Cedrón que estaba
fuera de los muros de Salem.
11 Después de maldecir el pergamino y a
todos aquéllos que lo defendían, comenzó a hablarles de sus planes de venganza
y traición:
12 —Como vosotros sabéis, los seis años de
prueba se están agotando, restando, a partir de hoy, veinticuatro semanas para
el día de la coronación. Si vosotros quisierais tenerme como rey en lugar de
Melquisedec, podré robarle el cetro, apoderándome del reino. —
13 Samael comenzó a explicarles los
lanzamientos de la traición, dándoles las debidas orientaciones sobre la manera
de actuar a partir de aquella fecha:
14 —Necesitamos mantener una apariencia de
fidelidad al pergamino y al príncipe hasta que llegue el momento de actuar. El
golpe será dado en la noche que antecede al día de la coronación. A la media
noche, furtivamente nos ausentaremos de Salem. Robaré en esa noche el cetro y,
juntos, huiremos hacia el profundo valle donde están las ciudades de Sodoma y
Gomorra. Allí nos armaremos, y marcharemos contra Salem, subyugando a nuestros
enemigos. Acabaremos entonces con el per-gamino y con todos aquéllos que
se rehusaren rendir obediencia a nuestro gobierno. —
Capítulo
6
Samael y sus cómplices fingen fidelidad
al reino. Melquisedec confiado le muestra a Samael el lugar secreto del laúd
dorado. Samael traiciona la confianza de Melquisedec preparando a sus hombres y
robando el preciado cetro. Samael y sus seguidores marchan hacia el valle.
Salem peligra.
1 Sobrevinieron días de aparente
tranquilidad y paz, Samael, fingiendo fidelidad, estaba siempre al lado del
príncipe, demostrando admiración por sus nuevas composiciones que exaltaban las
leyes del pergamino. Los seguidores de Samael, de la misma manera, unían las
voces en alabanzas que expresaban la grandeza de los principios a los cuales
repugnaban.
2 Melquisedec, lleno de alegría por ver
aproximarse el día de su coronación, ensayaba con los súbditos los cánticos de
la victoria, los cuales había compuesto especialmente para aquella ocasión. Con
felicidad hablaba a todos sobre sus sueños en tornar a Salem cada vez mas
llena de honra por su belleza y armonía.
3 Samael, en su maldad oculta, se burlaba
del príncipe. Ya preveía el dolor que le ocasionaría el golpe de la traición.
4 En aquellos días de aparente paz, el
súbdito rebelde procuró conocer el lugar en que el cetro estaría oculto hasta
el día de la coronación. El príncipe, sin desconfiar, le reveló todo el
secreto: la sala, el cofre con su enigma, el rico estuche y, finalmente el
tesoro. Contemplándolo el astuto Samael se animó al ver impreso en su parte
convexa el sello del dominio; Comprendió que, aquél que lo poseyera, tendría en
las manos el reino de Salem. Solamente algunos días, pensó él, y tendría bajo
su poder aquel precioso instrumento.
5 El sol declinó trayendo a Salem el día
que significaría victoria o derrota.
6 Poco antes del anochecer, Samael había
dejado el palacio donde había pasado todo el día al lado del príncipe,
ayudándole en los preparativos para la ceremonia de la coronación. Dirigiéndose
hacia su mansión, saludó las tinieblas con una malvada sonrisa. ¡Cuánto había
anhelado por aquella noche!
7 Mientras que los fieles, embelesados por
la emoción de la feliz victoria, revisaban bajo la luz de candelabros los
adornos de sus instrumentos, de sus vestiduras y mansiones, certificándose que
serían aprobados a la mañana siguiente, Samael y sus seguidores hacían sus
últimos preparativos para blandir el golpe.
8 A la media noche, siguiendo las
instrucciones de Samael, todos sus seguidores abandonaron silenciosamente sus
mansiones, dirigiéndose al profundo valle de Cedrón, donde esperarían a su
nuevo rey.
9 Samael, a su vez, se dirigió a los
fondos del palacio, por donde esperaba entrar sin ser notado, yendo al
encuentro del cetro. Evitando hacer cualquier ruido, traspasó el portal,
dirigiéndose silenciosamente a la sala que guardaba el precioso cetro.
10 En aquel momento, el príncipe que,
insomne rodaba en su lecho, presintiendo algún peligro, se dirigió al cuarto de
su padre y lo despertó diciendo:
11 —Padre mío, oí ruidos de pasos en el
interior del palacio. —
12 Acariciando la cabeza de su hijo,
Adonías, somnoliento le respondió:
13 —Hijo, no te preocupes. Acuéstate
conmigo y duerme tranquilamente. De aquí a poco rayará el amanecer y tú tendrás
en las manos el laúd dorado. —
14 El príncipe, tranquilizado por las
palabras confiables de su padre, se entregó a un sueño de lindos sueños
en el que vivía al lado de Samael y de todos los súbditos de Salem, los
momentos festivos de la coronación. Mientras que esto sucedía, el rebelde con
las manos temblorosas, se apoderaba del cetro. En aquel momento, tuvo la idea
de llevarse solamente el laúd, dejando el estuche en su debido lugar. Con una
sonrisa llena de maldad, imaginó el momento en el que el rey entregaría a su
hijo aquel estuche vacío.
15 Llevando consigo el cetro, Samael se
dirigió apresuradamente al lugar donde sus seguidores lo esperaban. Al
encontrarlos, dio paso a todo su orgullo proclamando:
16 —Ahora yo soy el rey de Salem. ¿Quién
posee un cetro como el mío? Con él domino la tierra y el mar. Mi fuerza está en
las tinieblas, pues a través de ellas lo conquisté. —
17 Festejando la victoria, la turba
ruidosa se separó para distanciarse de Salem, siguiendo rumbo a las ciudades
corrompidas de la planicie, donde pre-tendían armarse para la conquista de su
reino.
18 El sol apareció en el horizonte,
trayendo la luz del día de la expiación (Yom Kipur). Despertando de su sueño de
lindos sueños, el príncipe se alistó para la ceremonia del juicio y de la
coronación. Vestiduras especiales de lino fino, adornadas con hilos de
oro y piedras preciosas, le fueron preparadas. Después de vestirse, Melquisedec
se encaminó al encuentro de sus súbditos, en el extremo sur de Salem. De
allí los conduciría en una marcha festiva rumbo al palacio situado al norte,
sobre el monte Sión.
19 Adonías, haciendo sonar un cuerno
largo, convocó a todos para la reunión del juicio. Dejando sus mansiones, todos
los restantes se dirigieron hacia la plaza de la puerta sur, llevando consigo
sus instrumentos musicales.
20 Al encontrarse con aquéllos fieles,
Melquisedec se sorprendió por la ausencia de mu-chos. Ese misterio le dolía en
el alma, pues le ocultaba el rostro más querido de su amigo Samael.
21 Dejando a sus seguidores reunidos, el
príncipe salió a la búsqueda de los ausentes. En su búsqueda infructuosa, se
dirigió finalmente a la mansión del monte, donde llamó a Samael; Su voz, sin
embargo, no trajo ninguna contestación más allá de un eco vacío, que traducía
ingratitud.
22 Leyendo en el triste vacío la traición,
sintió ganas de llorar. En un solo momento le vino a la mente todo el
pasado de aquél a quién había buscado con tanta dedicación conservarlo en su
gloria, a través de consejos sabios. Recordó aquellos días que siguieron a su
recuperación; ¡Cómo se había alegrado con la certeza de que su amigo nunca más
volvería a caer! Llevándolo a presentir la tragedia, le vino a la memoria las
indagaciones de Samael sobre el laúd, el cual le mostró en un gesto de amistad.
El recuerdo de este hecho, sumado a los pasos oídos en el interior del palacio
aquella noche, le dio la certeza de que Salem corría peligro. No soportando esa
posibilidad de traición, se postró en llanto, herido por la terrible ingratitud
de aquél a quién había dedicado tanto amor.
23 Curvado por el dolor, permaneció por
algún tiempo procurando encontrar algún consuelo. Secó finalmente sus lágrimas,
decidido a hacer cualquier sacrificio a fin de devolver a Salem su gloria y
poder, redimiéndole el cetro de las manos de la rebeldía.
24 Consolado por la certeza de la
victoria, Melquisedec regresó al lado de los súbditos fieles.
Ocultándoles su sufrimiento, así como el motivo de la ausencia de tantos, el
príncipe los guió en una marcha triunfal rumbo al palacio
Capítulo
7
Los súbditos fieles, ajenos a la
traición, elevan cánticos de triunfo en expectativa de la coronación de su rey.
La coronación es truncada debido a la ausencia del cetro. Todos se afligen y
Melquisedec los consuela con la promesa de rescatar el preciado cetro.
Melquisedec sale en su búsqueda. Samael, lleno de ira, raspa las inscripciones
grabadas en el cetro. Melquisedec enfrenta peligros en busca del cetro y es
preservado.
1 Al aproximarse al monte Sión, subieron
las blanquísimas gradas de la escalera, siendo seguido por la multitud
triunfante. Le dolía en el alma la expectativa de ver morir en los labios de
los fieles, en aquella mañana, su alegre canto, debido al golpe de la traición.
2 Se encontraba ahora en el interior del
palacio, delante del magnífico trono que esperaba al joven rey. En la base del
trono, yacía abierto, en medio de un arreglo floral, el pergamino de las leyes.
Junto a él se podía ver la linda corona, hecha de oro y piedras preciosas, así
como el estuche de aquél cetro que simbolizaba toda la armonía de Salem.
3 Los súbditos estaban felices, pues
sabían que serían hallados dignos de heredar aquel reino de paz. Aguardaban
ahora el momento de la coronación, cuando su nuevo rey los regiría desde su
trono con su precioso cetro, en un cántico triunfal.
4 En medio de los aplausos de las huestes
victoriosas, Melquisedec se dirigió hacia su padre, que le recibió con un
cariñoso abrazo. El momento era en verdad solemne. Las huestes se silenciaron a
la expectativa de la coronación. El estuche sería abierto y, todos
atestiguarían la exaltación del amado príncipe.
5 Con el corazón latiendo fuertemente por
la alegría, Adonías se agachó hacia el estuche, abriéndolo cuidadosamente;
Cuando al encontrarlo vacío, la alegría de su semblante dio lugar a una expresión
de inexpresable preocupación y tristeza, pues en aquel cetro se había sellado
el destino de aquel reino de paz.
6 Al ver a su padre y a todos los súbditos
afligidos por la ausencia del cetro y de tantos amigos que deberían estar con
ellos en aquel momento, Melquisedec los consoló con la promesa de que buscaría
el cetro. Inconscientes de los riesgos y peligros que le esperaban al príncipe
en su camino, los súbditos se despidieron de él, viéndolo partir
apresuradamente.
7 El amanecer de aquel día que sería el de
la coronación, alcanzó a los rebeldes distantes de Salem, en camino a las
ciudades de la planicie. En aquella mañana, Samael se llenó de furia al ver que
el precioso laúd estaba adornado con inscripciones de las leyes contenidas en
el pergamino. Tomando una piedra puntiaguda, comenzó a dañar el cetro,
raspándole todas las palabras de amor y justicia. Sus armoniosas cuerdas
estaban ahora desafinadas sobre su parte convexa herida, mas continuaba siendo
precioso, pues sobre él yacía sellado el dominio de Salem. Poseerlo,
significaba ser el dueño de todo el poder.
8 Al llegar a la altura en que el camino
se ramificaba, Samael ordenó a sus seguidores que prosiguieran rumbo a Gomorra,
mientras que él iría hasta Sodoma, donde permanecería por dos días, uniéndose
después a ellos.
9 Esperó la noche para entrar en
Sodoma. Cuando entró allí, caminó por las calles estrechas sin ser notado,
hasta encontrar una casa aislada sobre una elevación. Haciendo del cetro su
arma, invadió la casa matando a sus moradores, mientras que dormían. Se
posesionó de esa manera de aquélla residencia donde, solitario, maquinaría sus
planes para la toma de Salem.
10 El atardecer de aquel día que seria el
de la coronación, alcanzó al hijo de Adonías al caminar por el pedregoso camino
rumbo al valle. Sus ojos estaban cargados de tristeza y ansío se voltearon
hacia el suelo, en busca de los rastros de los rebeldes. El recuerdo de la
ingratitud de aquéllos a quiénes tanto amaba, lo hizo llorar. Sus lágrimas,
reflejando los últimos destellos de aquel sol poniente, se asemejaban a gotas
de sangre fluyendo de un corazón herido. Él lloraba no por causa de los
peligros que le sobrevinieran en aquella fría noche, sino por la infeliz suerte
de aquéllos que habían cambiado la paz de Salem por la violencia de aquellas
ciudades de la planicie.
11 Su único consuelo era el recuerdo de
aquéllos que, a pesar de todas las tentaciones, habían permanecido fieles. A
ellos les había prometido devolver el cetro, y esto lo conseguiría a pesar de
cualquier sacrificio.
12 Después de una larga noche de insomnio
en que el príncipe estuvo recostado al lado del camino, rayó la luz de un día
que sería decisivo.
13 Al aproximarse a Sodoma en aquella
mañana, el pensamiento de estar tan próximo al cetro de su amada Salem, hizo
que se olvidara de toda la fatiga, acortando sus pasos rumbo al desafío.
14 Al abrirse la gran puerta de la
ciudad, le sobrevino un temor, al oír ruidos espantosos de desarmonía, que
traducían el orgullo, el egoísmo y la codicia que allí dominaban en todos los
corazones, haciéndolos explotar en la orgía de una maldad sin fin.
15 Sería un gran riesgo exponerse a la
violencia gratuita de aquella ciudad. Este pensamiento lo hizo detenerse a un
paso del portal, donde estremecido inclinó la frente en una inexpresable lucha
interna. Era tentado a retirarse, pero luchaba con todas las fuerzas de su alma
contra ese pensamiento de fracaso.
16 Pensando en la triste suerte de Salem,
cuyo dominio estaba siendo pisoteado en el interior de aquella cruel Sodoma,
Melquisedec tomó una firme decisión: como un temerario guerrero habría de
avanzar, y, ciertamente aún y cuando tuviese que hacer frente a la acumulación
de todos los peligros, proseguiría, hasta levantar en sus manos victoriosas el
cetro amado.
17 Resuelto y esperanzado, atravesó la
puerta de Sodoma, zambulléndose en aquel mundo extraño. Todo allí era lo
contrario de Salem, comenzando con las piedras ásperas y sucias de sus
construcciones. Sodoma era un reino de tinieblas.
18 La presencia contrastante del príncipe
pronto fue notada por muchos que, en tumulto lo cercaban. La pureza del
carácter expresada en su magna faz y el esplendor de sus vestiduras, los
llenaba de espanto, y se retiraban como vencidos por una fuerza invisible.
Dominados por la furia, comenzaron a perseguirlo a distancia, decididos a
hacerlo huir. Le arrojaban piedras y fango intentando mancharle las vestiduras,
mas no le atinaban, mientras tanto él avanzaba en su ansiosa búsqueda.
Finalmente desistieron de perseguirlo, al atardecer.
Capítulo
8
Melquisedec después de mucha aflicción
encuentra el preciado cetro que era destruido por Samael. La digna postura del
príncipe ante las amenazas del traidor. Su firme disposición de redimir el
cetro a cualquier precio. Dolor y sangre como precio del rescate del cetro. La
expiación de Melquisedec para redimir al cetro, una semejanza de la Expiación
de Cristo para redimir a la humanidad.
1 El hijo de Adonías recorrió todas las
calles y callejones en la búsqueda del precioso cetro, mas fue en vano.
Al ver declinar en el horizonte el sol, anunciando la llegada de una oscura y
fría noche más, su corazón fue presa de una gran agonía. Allí, en aquel último
callejón, casi vencido por el agotamiento y por la desesperanza, inclinó la
frente, desfalleciéndose en llanto. Sus labios, pronunciaron en medio de
sollozos las siguientes palabras:
2 — ¡Salem, Salem, tú no puedes perecer!
¡Tu cetro necesita ser redimido de las garras de la rebeldía! ¡¿Mas cuándo y
dónde voy a encontrarlo?! ¡Ya no quedan fuerzas en mí, y la esperanza de
redimirlo antes de la noche me abandona!—
3 El príncipe, en su suprema angustia, no
percibía que otro gemido de dolor, procedente de cuerdas reventadas de un laúd
humillado, se hacía oír en aquel atardecer.
4 Súbitamente, el débil gemido penetró sus
oídos, reanimándolo con la certeza de que el gran momento de la redención había
llegado. Secándose las lágrimas, reunió las últimas fuerzas corriendo en
dirección de una pequeña casa situada sobre un monte, de donde parecía venir
el sonido.
5 Al dirigirse a la puerta entre abierta,
se detuvo al contemplar una escena contrastante, de humillante esclavitud:
Samael, envuelto por un manto sucio, castigaba el cetro de Salem. Tanto el
joven como el cetro se hallaban tan desfigurados, que no quedaba en ellos casi
ningún rasgo de la gloria perdida. Aquel cetro, sin embargo, ciertamente
arrasado como estaba, era muy valioso, pues en él yacía el sello del dominio de
Salem.
6 La contemplación de aquél que había sido
su mejor amigo y de áquel cetro idealizado como símbolo de toda la
armonía, en tan trágica condición, conmovió profundamente al príncipe,
haciéndolo llorar en alta voz. Solamente hasta entonces el súbdito rebelde
percibió su presencia indeseada. Estremecido, se levantó, y, lleno de ira le
preguntó:
7 — ¿Qué es lo que te trajo a Sodoma?—
8 Indicando hacia el cetro dañado,
Melquisedec exclamó:
9 — ¡¡¡La gloria de Salem está
destruida!!!—
10 Con una carcajada, Samael se
burló de su tristeza, diciendo:
11 —Ahora yo soy el rey de Salem. Vosotros
que sois fieles al pergamino, os convertiréis en mis esclavos. —
12 Sin darle importancia a las palabras de
afrenta de Samael, el príncipe, movido por una angustia infinita, le
dijo:
13 —Samael, Salem está herida por tu
traición. ¡¿Por qué cambiasteis tu hogar de justicia y amor por este valle de
injusticia, odio y muerte?! Ahora, si no deseáis volver arrepentido a
Salem, devuélvele el cetro. Fue para redimirlo que, menospreciando todos los
peligros, descendí a este valle hostil. —
14 Conociendo el propósito del príncipe,
el rebelde se llenó de rabia y cerrando los puños le dijo:
15 — ¡Yo te odio Melquisedec!—
16 Habiendo dicho esto, lanzó el
cetro al suelo, y pisoteándolo agregó:
17 —Tengo deseos de hacer lo mismo
contigo. —
18 Delante de esa afrenta, el príncipe no
sentía ningún temor, sino compasión. Trasportándose al feliz pasado, se
acordaba de los momentos felices en que tenía siempre a su lado a Samael; Él
era un joven puro y humilde de corazón; ¡¿Por qué había permitido ser
esclavizado por la ilusión del orgullo y del egoísmo?! ¡Cuán doloroso era ver
aquél joven que, por su belleza y simpatía, había sido honrado por encima de
todos los súbditos, ahora arruinado por la codicia! ¡¿No había sido acaso el
sueño del príncipe tener junto a su trono glorificado, a aquél a quien él
consideraba el más preciado amigo?! Esta tragedia le hería el alma. No
obstante, la triste condición del cetro lo afligía aún más, pues este había
sido hecho como el símbolo de toda la armonía, y estaba siendo destruido bajo
los pies de la ingratitud.
19 Sorprendido de no ver en los ojos de
Melquisedec ninguna expresión de temor, sino de piedad, Samael se sintió
frustrado en sus afrentas que tenían como objetivo amedrentarlo, llevándolo a
desistir de su misión.
20 Ante la digna postura del príncipe, que
en silente dolor lo contemplaba, se sintió avergonzado. Esa debilidad, sin
embargo, fue desterrada por el orgullo que dominaba su corazón. Comenzó
entonces a planear algo terrible, para humillar y herir al príncipe, haciéndolo
sufrir todavía más. Con escarnio le dijo:
21 —El cetro de Salem podrá ser tuyo, si
consigues pagarme el precio de su rescate. —
22 Con un brillo en los ojos, el príncipe
le preguntó:
23 — ¿Cuál es el precio?—
24 Samael, con una sonrisa maliciosa,
pausadamente le contestó:
25 —El precio no es oro ni plata, sino
dolor y sangre. Tú deberás desnudarte completamente de vuestras vestiduras,
acostándote en el suelo. Deberás soportar en esa condición, golpes, hasta que
el sol se ponga. Si tú estuviereis dispuesto a someterte a mí, sin reaccionar,
el cetro será enteramente tuyo. —
26 Estremecido ante tan cruel propuesta,
el hijo de Adonías miró hacia el sol que reposaba distante sobre una nube.
Comenzó entonces a trabar una intensa lucha en su corazón. Al principio, el horror
del sacrificio casi lo dominó, animándolo a retirarse, pero el pensamiento de
ver a Salem esclavizada por la rebeldía, lo condujo finalmente a la decisión de
pagar el precio del rescate, entregándose al humillante sufrimiento.
27 Habiendo tomado la firme decisión de
rescatar el cetro, el príncipe, tiró las vestiduras, colocándolas sobre una
piedra. Se acostó en seguida en aquel suelo frío, con la frente vuelta hacia el
poniente.
28 Sin piedad, Samael comenzó a azotarlo,
haciendo uso del propio cetro como instrumento de tortura. Gimiendo por el
dolor de los golpes que lo hacían sangrar, el príncipe mantenía la mirada fija
en el sol que parecía detenerse sobre la nube. Aturdido por el dolor, contempló
finalmente el sol pronto a ponerse. Alentado por la victoria que se aproximaba,
murmuró en voz baja:
29 —Salem, Salem, de aquí a poco tendré en
mis brazos tú preciado cetro que, en mis manos, se convertirá en un
instru-mento de justicia y paz. —
30 Oyendo la promesa que el príncipe hizo
entre gemidos, Samael le vociferó con furia:
31 —Tú sufrimiento no traerá ningún
amanecer para Salem, pues tus manos jamás serán capaces de tocar en el cetro. —
32 Después de hacer esa afrenta, Samael se
posesionó de una piedra puntiaguda, preparándose para asestar los últimos
golpes.
33 Mientras pensaba en la feliz victoria
de Salem, Melquisedec sintió su brazo derecho siendo comprimido por los pies de
Samael. Seguido a este rudo gesto un golpe que lo hizo contorsionarse en
agonía. Su mano había sido cavada cruelmente, comenzando a brotar abundante
sangre de la herida abierta. Esa misma violencia fue descargada después sobre
su mano izquierda.
34 No soportando la agonía causada por
esos desgarradores golpes, el hijo de Adonías, ensangrentado, se sumergió en
las tinieblas de un profundo desmayo.
Capítulo
9
Samael horrorizado de su culpabilidad,
abandona al príncipe dejando junto a él, el cetro. Melquisedec recobra el
conocimiento, toma sus vestiduras y su cetro, hace un juramento y parte hacia
Salem. Samael no se arrepiente. Continúa la semejanza de las experiencias de
Melquisedec con las que habría de vivir el Hijo de Dios. Melquisedec es
recibido con aclamaciones por su acto redentor, es atendido por su amoroso
padre y el cetro es restaurado.
1 Al cesar de golpear al príncipe, el
súbdito rebelde fue poseído por un extraño horror al contemplar en la faz de
aquél que solamente le había hecho el bien, el sopor de la muerte. Procuraba no
recordar el pasado, pero, irresistiblemente, sentía ser arrastrado a los días
de su feliz inocencia en Salem. Revestido de ricas vestiduras estaba siempre al
lado del príncipe que, con dedicación, le enseñaba cada día sus canciones que
hablaban de la paz.
2 En los indeseados recuerdos por los
cuales era arrastrado, revivió sus primeros pasos en el camino del orgullo y
del egoísmo. Se acordó de los incesantes consejos y ruegos de aquél que había
sido su mejor amigo, para que desistiera de aquel camino que podría conducirlo
a la infelicidad.
3 Después de ser arrastrado en recuerdos
por todo aquel pasado de felicidad destruida por su culpa, Samael tuvo
conciencia de su ingratitud. Horrorizado por lo que había hecho, se inclinó
sobre el cuerpo ensangrentado de Melquisedec, y se desesperó al verlo sin vida.
No soportando el peso de la gran culpabilidad, dejó aquel lugar
apresuradamente, deseando ocultarse lejos, bajo las tinieblas de la noche fría.
4 Después de un profundo desmayo, el
príncipe comenzó a recobrar la conciencia; En delirios que lo transportaban al
seno de su amada Salem, él revivía momentos vividos y soñados: Con alegría
contemplaba la faz de su mejor amigo, a quién extendió la mano con una sonrisa.
Pero su gesto fue frustrado por un profundo dolor. En medio de los aplausos de
los súbditos victoriosos, recibió de su padre el cetro, pero al tocarlo, sintió
un dolor irresistible en sus manos.
5 Con estos sueños frustrados por el
dolor, Melquisedec despertó a la realidad. Estaba desnudo, herido y solitario,
en un lugar peligroso, lejos del abrigo y del cariño de Salem. Más doloroso era
pensar que todo aquello había sido la retribución de alguien que había sido el
blanco principal de todas las dádivas de su amor.
6 El príncipe, sin poder moverse,
considerando la gran traición comenzó a llorar sin consuelo. Lamentaba no por
su dolor, sino por la perdición de aquéllos que habían cambiado el cariño y la
justicia de Salem por el desprecio y el odio que los reduciría finalmente a
cenizas sobre aquel valle condenado.
7 A través de las lágrimas, el príncipe
contemplaba el cielo que, semejante a un manto entintado de sangre, se extendía
bañado en la luz del sol poniente. Se acordó entonces del laúd por el cual
había pagado tan alto precio. ¿Dónde estaría él?
8 En su desesperada fuga, Samael había
dejado el cetro abandonado junto al cuerpo herido de Melquisedec. Cuando
él lo vio, se olvidó de todo el dolor, y lo abrazó con sus manos heridas.
Acariciándole la parte convexa arruinada, con una sonrisa le dijo:
9 —Tú eres mío nuevamente. “Yo te compré
con mi sangre".—
10 Samael que, dominado por el
extraño horror, había huido después de cometer el horrible crimen, se detuvo a
un paso de la puerta de Sodoma. Allí, impulsado por el orgullo, se arrepintió
con indignación de su flaqueza. ¿Por qué había huido después de coquistar tan
grande victoria? ¿No era su plan destruir el reino de Salem, para establecer su
propio reino? Acordándose del cetro, decidió regresar para tomarlo. ¿Por qué lo
había dejado abandonado junto al cadáver de aquél odiado príncipe?
11 Juntando sus pocas fuerzas, Melquisedec
se dirigió entorpecido al lugar donde había dejado sus vestiduras.
12 Después de vestirse, teniendo junto al
pecho el cetro amado, el hijo de Adonías, con profunda emoción hizo un
juramento antes de dejar aquel lugar de su sufrimiento. Acariciando el cetro le
dijo:
13 —Mi amado cetro, fuiste creado como un
emblema de la armonía que procede de la justicia y del amor. Toda la gloria de
Salem reposaba sobre ti cuando la rebeldía en su ingratitud te esclavizó,
arrastrándote hacia este valle hostil. Aquí tú fuiste herido y humillado,
llegando a convertirte en un instrumento de impiedad en las manos del tirano.
Yo, sin embargo, te redimí con mi sangre. Ahora nuestras heridas serán
restauradas, y en breve seremos entronizados en medio de las alabanzas de una
Salem victoriosa. Cuando este sueño se concretice, atestiguaremos juntos el
final de aquéllos que se levantaron contra nosotros para herirnos. Samael y sus
seguidores serán devorados por el fuego que reducirá a cenizas a Sodoma y
Gomorra. —
14 Concluyendo su solemne juramento, el
joven príncipe, ya oculto por las tinieblas de la noche dejó aquella colina, y
sobre ella las marcas de su sufrimiento.
15 Desde que el hijo del rey había
partido, prometiendo regresar con el cetro, Salem vivió momentos de indecible
ansiedad. En llanto, el rey y los súbditos restantes se acordaban de todo aquel
feliz pasado deshecho por la ingratitud de los rebeldes. Lo que más les
torturaba era la ausencia del príncipe y del cetro, sin los cuales todo el
brillo de aquel reino de paz se ofuscaría.
16 Deseando consolar el corazón de sus
súbditos, Melquisedec avanzaba en medio de la noche rumbo a los montes que
rodeaban a Salem. Aún debilitado y herido, proseguía en su marcha ascendente,
esperando alcanzar su patria por la mañana.
17 Aquella noche larga y oscura finalmente
fue vencida por los rayos del amanecer. En Salem la esperanza de volver a ver a
Melquisedec con su cetro estaba casi abandonada cuando, al mirar hacia el Monte
de los Olivos, le vieron descendiendo por el camino de Getsemaní. Cuando lo
encontraron en el profundo valle de Cedrón, quedaron asustados con su aspecto:
su cara estaba pálida y su manto empapado en sangre. Precisamente aún así, él
sonreía expresando gran alegría.
18 Al preguntarle ellos sobre el porque de
aquellas marcas de sangre, Melquisedec sacó de debajo de su manto sus manos
heridas, mostrándoles en medio de ellas el cetro redimido.
19 Después de contarles los pasos que lo
llevaron al rescate del cetro, los súbditos, enmudecidos, se postraron
reverentes a sus pies, aclamándolo como su redentor y rey.
20 En medio de las alabanzas de las
huestes redimidas, el príncipe fue introducido en el palacio real, donde bajo
los cuidados de su amoroso padre, debería recuperarse de su sufrimiento. El
cetro desfigurado, ahora más preciado, sería también restaurado, debiendo
convertirse aun más bello que antes.
21 El día de la coronación fue fijado para
el próximo Yom Kipur. En aquel día, Melquisedec sellaría con el cetro
restaurado el triunfo de todos los fieles, así como la condenación de los
rebeldes.
Capítulo
10
Samael no encontrando el cuerpo del
príncipe ni el cetro, parte hacia Gomorra y es recibido como rey por sus
hombres. Samael y sus seguidores aumentan en la iniquidad y orgullo. Por medio
del terror confabula a los reyes de la planicie e incita a la guerra en contra
de otros reyes. Samael y sus hombres son vencidos y se esconden en cuevas.
1 Pocos instantes después de la salida de
Melquisedec, Samael llegó al lugar en donde aparentemente lo había dejado sin
vida, al lado del laúd. Sin entender aquella misteriosa desaparición, prosiguió
él hacia Gomorra, donde sus seguidores lo esperaban. Al verlos, proclamó su
"victoria" sobre el odiado príncipe y sobre el cetro, a quienes había
masacrado en Sodoma, no restando a los seguidores del pergamino
ninguna esperanza.
2 Sus palabras agradaron a la turba
rebelde, que comenzó a conmemorar la "conquista" entregándose a la
orgía. Se burlaban ahora de la justicia y del amor, exaltando a Samael como rey
victorioso.
3 Ahora obtendrían armas, con el propósito
de avanzar sobre Salem, asentándole el último golpe; Se unieron a ellos en sus
maléficos propósitos, muchos criminales que fueron recibidos como maestros en
el manejo de arcos y flechas.
4 En su locura, Samael ordenó la
expulsión de todo calendario, pues en su reino de "libertad" no
estarían sujetos a ningún cómputo de tiempo. Las leyes de la moralidad
fueron también excluidas, surgiendo con eso un completo caos. Este
desorden, se manifestó de manera más patente en el barullo estridente
y cacofónico, al cual proclamaron como la nueva
música.
5 Dominados por el egoísmo, Samael y sus
seguidores se alimentaban de ilusiones, inconscientes de que sus días estaban
contados. Los frutos de la rebeldía no tardarían en atraer sobre ellos el fuego
de la destrucción.
6 Dividiendo a sus seguidores en
grupos pequeños, Samael comenzó a comandarlos en actos violentos que
aterrorizaban a los moradores de las planicies; Por ese tiempo, ellos se
escondían en las cavernas situadas próximas al mar salado.
7 El respeto y el miedo de los
guerrilleros de Samael, llevó finalmente a los reyes de cuatro ciudades a
procurarlo, proponiéndole alianzas de paz. Ellos eran: Bara, rey de Sodoma,
Bersa, rey de Gomorra, Senaab, rey de Adama, Semeber, rey de Seboim y Segor, el
rey de Bela. Por esa época, estos reyes pa-gaban tributos a Cordolaomor, el rey
de Elam que, acompañado por los ejércitos de otras cuatro ciudades, los habían
subyugado en el valle de Sidim junto al mar salado.
8 Fortalecido por las alianzas, Samael se
tornó mas osado en sus envestidas, llevando el terror y la destrucción a los
territorios de ciudades distantes. Los ejércitos de Cordolaomor y sus aliados
que en esos días regresaban de otras conquistas, enfurecidos por las
provocaciones de Samael, marcharon contra los cuatro reyes, venciéndolos
nuevamente en el valle de Sidim. Fue en esa ocasión que llevaron cautivos a los
habitantes de Sodoma, entre los cuales se encontraba mi sobrino Lót.
9 Acobardados delante del furor de los
cinco reyes, Samael y sus seguidores se escondieron en sus cuevas, al
norte del mar salado.
Capítulo
11
Samael hace preparativos para conquistar
Salem y expone su plan espía. En camino a Salem, sus recuerdos lo torturan.
Salem más bella y hermosa que antes. Acontecimientos en el día de la
coronación.
1 Los doce meses contados a partir del
gran sacrificio estaban casi por terminar. El cetro, totalmente restaurado,
resplandecía en su estuche, mientras que el príncipe, igualmente restablecido
de las heridas causadas por la rebeldía, se alegraba al ver llegar el Yom Kipur
de su coronación. Mientras tanto, él componía lindas canciones que expresaban
su amor por Salem.
2 En aquellos doce meses, la ciudad de la
paz llegó a ser más bella, siendo adornada cual una novia para el grandioso día
de la coronación.
3 A una semana para el Yom Kipur, Samael,
totalmente inconsciente de que el día de su juicio se aproximaba, reunió a sus
seguidores, anunciándoles que la próxima misión sería la conquista de Salem.
Antes de que ellos avanzaran, sin embargo, él subiría solo para verificar los
puntos vulnerables de la ciudad.
4 Después de ser aplaudido por la turba,
Samael partió en su misión de reconocimiento. Mientras que avanzaba solo,
procuraba no acordarse de aquéllos momentos que le trajeran terror por la
culpabilidad, mas, dominado por una fuerza superior, fue arrastrado en sus
recuerdos hacia aquel monte de la cruel tortura.
5 Todo su pasado comenzó a venirle a la
memoria, como un peso desmoronador.
6 Cuando despertó de sus recuerdos de los
cuales no consiguió huir, era ya de noche. La oscuridad que lo envolvía le
pareció el presagio de un triste final. Ese desánimo, sin embargo, procuró
desecharlo con el recuerdo del ejército que lo esperaba, listo para cumplir sus
órdenes, en la conquista de Salem, donde no habría más recuerdos de aquél
pergamino.
7 El amanecer lo alcanzó estando próximo a
Salem. Al ver el monte de los Olivos, le vino el recuerdo de la última vez que
lo traspasó, dejando tras de sí la ciudad vencida. ¿Cuántas noches habían
pasado desde entonces? Él había perdido la noción del tiempo, no sabiendo que
exactamente doce meses se habían pasado. No podía imaginarse que, rayaba en
aquella mañana el Yom Kipur, el día de su juicio.
8 Al llegar a la cumbre del monte de los
Olivos en aquella mañana, Samael se sorprendió al ver que la ciudad se
había tornado más bonita que antes; Toda ella estaba adornada de ramos y de
flores, como una doncella a la espera de su novio. Y sin embargo, Salem estaba
abandonada, no teniendo ninguna señal de vida en todas sus mansiones. Esto lo
hizo concluir que los golpes que habían aniquilado al príncipe y al cetro,
habían traído como consecuencia todo aquel abandono. Él no sabía, sin embargo,
que en aquel momento todos los remanentes de aquel reino, se encontraban
ocultos en el gran salón del palacio, esperando el momento más glorioso, de la
coronación de Melquisedec.
9 Imaginándose exaltado sobre el trono
abandonado, teniendo a sus pies a los ejércitos victoriosos, el rebelde penetró
en la ciudad, dirigiéndose apresuradamente al palacio. Al cruzar el portal
principal que da entrada al salón principal, se llenó de asombro al ver
allí reunidos una multitud de fieles. Sobre un tablado de oro, adornado de
flores talladas en piedras preciosas, se encontraba el trono vacío. En la base
del trono estaba el pergamino de las leyes, una corona de oro llena de piedras
preciosas y el estuche que había dejado vacío en aquella noche de la traición.
Sin entender el enigma, Samael se escondió por detrás de una columna, temiendo
ser reconocido, y se mantuvo observando.
10 Los súbditos, con la expresión de feliz
expectativa miraban hacia el trono vacío. ¿Dónde encontraban ellos motivos para
toda esa alegría, si habían perdido a su rey juntamente con el cetro? Samael se
preguntaba sobre ese misterio, cuando Adonías, aplaudido por los súbditos, se
encaminó junto al trono. Con una voz llena de emoción por la victoria, el
fundador de Salem anunció que había llegado el momento tan soñado de la
coronación. Un grito de triunfo resonó por los aires cuando, anunciado por su
padre, entró el príncipe amado encaminándose en dirección del trono. Al verlo
cubierto por un manto de gloria, Samael fue poseído por un terrible pavor, y
procuró huir. Descubrió, sin embargo, que todos los portales del gran salón
estaban cerrados por fuera.
11 Dio inicio la ceremonia de la
coronación. Era un momento en verdad solemne. Adonías, en un gesto reverente,
tomó la rica corona, colocándola en la frente de su hijo. Inclinándose después
hacia el estuche, lo abrió cuidadosamente, sacando de él el laúd restaurado,
cuya belleza y brillo eran muy superiores a su primera condición, al salir de
las manos de Adonías su laudero. Sentándose en el trono en medio de las
aclamaciones de los súbditos, Melquisedec comenzó a tocar el cetro, sacando de
él acordes de mucha armonía y paz. Todos se aquietaron para oír sus nuevas
composiciones que expresaban su profundo amor por el cetro y por todo aquel
reino de paz.
12 Gran emoción invadía el corazón de
todos en ese momento, llevándolos a las lágrimas. Samael, sin fuerzas para
reaccionar, se sentía torturado por aquellos acordes que lo torturaban haciendo
revivir en su mente sus oportunidades perdidas, en una tortura terrible para su
conciencia.
13 Melquisedec había compuesto para ese
momento especial, canciones que retrataban los momentos más destacados de la
historia de Salem; Cuando comenzó a cantar sobre la amistad que había tenido
por Samael, su voz se embargaba por las lágrimas que no conseguía contener.
¡Triste era para él cantar sobre la caída de aquél que había sido su mayor
amigo! Cantó entonces sobre el alto precio que tuvo que pagar por la
reconquista del cetro, que representa la honra de Salem.
14 Al contemplar aquellas manos marcadas
por las cicatrices, tocando con tanta maestría y cariño el cetro restaurado,
los súbditos tomados por una fuerte emoción, se postraron en llanto.
15 Al ver en las manos de Melquisedec
aquél laúd que, en sus manos había sido un Instrumento de tortura, Samael
comprendió, demasiado tarde cuánto había errado, desviándose de los consejos
del príncipe; Cuántas veces aquéllas manos sobre las cuales había descargado
toda aquella violencia habían sido extendidas en un esfuerzo de salvarlo, y él
las había despreciado negligentemente. ¡Ahora, era demasiado tarde!
¡¡¡Extremadamente tarde!!!
Capítulo
12
Jubilosa proclamación y coronación de
Melquisedec. Sellamiento de ciudadanía a los fieles. Samael se presenta y
desafía al rey. Sellamiento del juicio contra Samael y sus seguidores.
1 Los súbditos triunfantes que,
reverentes, habían sido conducidos a todo aquel pasado de felicidad, traición,
dolor y triunfo, unieron finalmente las voces en una jubilosa proclamación:
2 Verdaderos y justos son tus principios,
oh rey de Salem. Digno eres de reinar en gloria y majestad entre los loores de
tus fieles, porque en tu sacrificio nos libraste de las amenazas de las
tinieblas, haciendo renacer en nuestro corazón la alegría del amanecer.
3 Ese cántico de exaltación fue seguido
por la ceremonia de la confirmación de todos los fieles en su victoria. El hijo
de Adonías, con su cetro redimido, comenzó a sellar con un toque especial del
cetro, la victoria de cada uno. Se formó para lo cual una larga fila de fieles
exaltados.
4 Los súbditos confirmados, a medida en
que iban recibiendo el toque de aprobación del rey, se colocaban al lado
derecho del trono, donde permanecían aguardando por la confirmación de
los otros.
5 Las miradas que, iluminadas de alegría,
habían acompañado el sellamiento de los últimos justos, se posaron sobre la
figura extraña de Samael que, dominado por una fuerza irresistible, se
encaminaba cabizbajo en dirección del trono. Su aspecto era horrible: su
semblante había sido deformado por el mal; sus vestiduras estaban sucias y mal
olientes; todo en él repugnaba, al punto de que nadie lo reconoció.
6 En medio del asombro de los súbditos,
Melquisedec se levantó de su trono como herido por un gran dolor; De sus labios
los súbditos oyeron una dolorosa exclamación:
7 — ¡¡¡Samael, Samael!!!—
8 La figura deplorable de aquél que había
sido tan bello, llenó a todos de tristeza, y comenzaron a llorar. Ellos se
lamentaban por motivo de que sabían que el destino de Samael y de todos
aquellos que lo habían seguido, pudo haber sido muy diferente, si ellos hubiesen
atendido a los amorosos ruegos de Adonías y de su hijo. ¿Acaso no era el plan
del rey y el sueño de Melquisedec el tenerlo como el protector del pergamino,
siendo el segundo en honra en aquél reino?
9 Samael que, reconociendo su desventura,
se había aproximado cabizbajo hacia el trono, al presenciar toda aquella
lamentación, y engañado nuevamente por el orgullo, juzgando que se trataba de
una demostración de debilidad de sus enemigos. Al acordarse de su ejército que
fortificado lo esperaba en la planicie, lo engañó con la certeza de que sería
victorioso sobre Salem. Con este pensamiento, levantó la frente marcada por el
odio y, mirando al rey, levantó el puño cerrado y lo desafió, desdeñando su
autoridad, con la amenaza de quitarle el trono.
10 Aún que condolidos por su perdición,
los súbditos de Salem no soportaron la osada afrenta de aquél enloquecido joven
que, después de causar tanto sufrimiento, todavía era capaz de levantarse con
tan grande desafío.
11 El rey victorioso que con tanto placer
había sellado con su cetro la conquista de los fieles, lo levantó dolorosamente
para el sellamiento de la triste suerte de los rebeldes. Inmovilizado por
una fuerza extraña, Samael, sin desviar los ojos del cetro, oyó de los labios
del rey la proclamación de su juicio y de todos sus seguidores:
12 Prisioneros de una fuerza invisible,
estarían retenidos en sus cavernas por seis años, siendo después visitados por
el fuego del juicio que los destruiría juntamente con las ciudades que con
ellos se aliaran.
Capítulo
13
Un ángel se le aparece en sueños a
Melquisedec, le da instrucciones y le muestra en visión la Salem Celestial.
Melquisedec, el protector de las más amplias revelaciones de Dios. La historia
de Salem, una semejanza de la historia del Universo. Melquisedec se conmueve y
rinde honra al Mesías, al descubrir que se convirtió en una semejanza de Él.
Batalla por el cetro disputado. Día del juicio final.
1 Al ir a la cama después de aquel día de
tantas emociones, el joven rey, inmerso en los recuerdos de aquél pasado de
felicidad y dolor, rodaba en su cama sin sueño. Cuando finalmente se durmió,
tuvo un sueño muy significativo.
2 En el sueño, se le apareció un
ángel luminoso, que saludándolo con una sonrisa, le dijo que todo el Universo
acompañaba con atención todo aquel drama que estaba viviendo, mismo que tenía
un sentido pre figurativo, retratando acontecimientos pasados y futuros, que
envolvían todo el vasto universo.
3 Las palabras del ángel despertaron en
Melquisedec un gran deseo de conocer la historia de ese drama cósmico.
4 Conociendo su vivo deseo, el ángel lo
arrebató en el sueño revelándole un futuro distante. Delante de sus ojos se
manifestaron las glorias de una nueva y espléndida Salem, cuyas murallas y
mansiones estaban hechas de piedras preciosas; Los portales de la ciudad
eran de perlas. Sus amplias avenidas eran de oro puro. La ciudad era
cuadrangular y se extendía por centenares de kilómetros. Estaba dividida en dos
sectores distintos: Norte y Sur. Al sur se elevaban incontables mansiones,
habitaciones eternas de ángeles y de seres humanos redimidos; Al norte había un
lindo paraíso el cual el ángel reveló ser el jardín del Edén. Allí, en ambos
bordes del río de la vida, había campos repletos de todo tipo de vegetación,
con flores y frutos en abundancia. Vivían allí en perfecta armonía, todas las
especies de insectos, aves y animales.
5 En medio del paraíso se podía ver una
montaña fulgurante, la cual el ángel afirmó ser el monte Sión, el lugar del
trono de Dios. Era de aquel monte que emanaba el río de la vida, fluyendo por
toda la ciudad.
6 Cuando hubieron alcanzado la
cumbre de la montaña sagrada, el rey de Salem estuvo deslumbrado con el
escenario visto a su alrededor. Se encontraba en la parte más elevada
de Sión la más linda de todas las edificaciones revelado por
el ángel como el palacio del Dios. Aquella magnifica construcción era
sustentada por siete columnas, todas de oro transparente, incrustadas de lindas
perlas. Alrededor del palacio, florecía la más exuberante vegetación: había
allí el pino, el ciprés, el olivo, la murta, la romasera y la higuera,
doblándose al peso de sus higos maduros.
7 Mientras que se admiraba ante la belleza
de aquel lugar, el ángel le dijo que a ningún ser humano le había sido dado el
privilegio de ver el interior de aquel palacio de Dios. A él le sería dado este
honor, pues fue escogido para ser el portador de las más amplias revelaciones
sobre el reino de la luz.
8 Al traspasar con reverencia uno de los
portales de perlas, se postraron en adoración, mientras que oían el cántico de
una multiplicidad de serafines, que circundaban el trono, en constante alabanza
a Aquél que Era, que Es y que Siempre Será.
9 Al mirar hacia Aquél que estaba sentado
sobre el trono, Melquisedec se sorprendió al descubrir la figura de un hombre.
Él estaba cubierto por un manto de lino fino, de una blancura sin igual, y
tenía sobre la cabeza una corona formada por siete coronas sobrepuestas,
repletas de piedras preciosas.
10 Al mirar hacia las manos
que sustentaban el cetro, el hijo de Adonías se sorprendió al
descubrir en ellas cicatrices de heridas, semejantes a aquéllas en sus manos.
El ángel le afirmó ser el Mesías, la manifestación visible de Yahwéh, el Dios
invisible.
11 Atraído por el cetro resplandeciente,
con el cual el Mesías gobernaba sobre todo el Universo, el rey de Salem vio en
él el sello del dominio, y en él escrito el nombre: Israel.
12 Arrebatado por una profunda emoción,
Melquisedec se postró ante el Rey de aquella Salem eterna, y, reviviendo allí
la historia de su pequeña ciudad, tuvo el deseo de conocer el gran drama de la
historia universal. Conociendo el deseo de su corazón, el ángel le dijo:
13 —Ahora te daré a conocer la historia de
esta gloriosa Salem. Todo lo que te fuere mostrado en la visión, deberás tú
registrar fielmente en seis pergaminos que serán cosidos uno al otro, formando
un único rollo. Tú tendrás seis años para escribirlos. Al final de los siete
años, tú recibirás de las manos de un anciano un vaso conteniendo un rollo
especial, con muchas revelaciones importantes, destacándose la historia de
Salem. Tú tomarás ese rollo, y lo coserás como el primero de los siete,
formando un único rollo. Después de sellarlo, tú y el anciano lo guardarán en
el vaso, llevándolo hacia una cueva que yo les mostraré al norte del mar
salado, donde permanecerá olvidado hasta que lleguen los últimos días, cuando
será rescatado y revelado al mundo por medio de un pequeño beduino. —
14 Después de decirle al rey de Salem
estas palabras, el ángel lo condujo en visión a un infinito pasado, cuando el
Universo todavía no existía.
15 Una historia muy parecida con la de
Salem comenzó a desplegarse delante de sus ojos; pero, en una dimensión
infinitamente mayor, comenzando por la creación del reino de la luz. Con
admiración contempló la formación de billones de mundos y estrellas, repletos
de vida y felicidad que comenzaron a girar en torno de la Salem Celestial, el
paraíso de Dios.
16 Su atención se volvió después hacia el
más bello de todos los querubines que, honrado por el Creador, comenzó a
habitar con Él en Su palacio. Una eter-nidad de felicidad y paz parecía
encantar aquel reino, cuando la misma experiencia de egoísmo y rebeldía vivida
por Samael, comenzó a repetirse en la vida de aquél ángel amado.
17 Escenas de una gran rebelión comenzaron
a ser mostradas a Melquisedec, implicando a todos los habitantes del Universo.
El querubín honrado, semejante a Samael, había seducido a un tercio de las
huestes que, comenzaron a reverenciarlo como rey.
18 En medio de las escenas de aquel gran
conflicto, el rey de Salem atestiguó la creación del planeta Tierra, sobre la
cual surgió el hombre como cetro racional de aquel reino disputado.
19 Con agonía vio el momento en que el
jefe de la rebelión se aproximó sutilmente al paraíso, apoderándose del ser
humano, después de seducirlo con tentaciones. Oyó entonces su bramido, en una
proclamación de victoria. A partir de ese momento, el enemigo de Dios comenzó a
arruinar al ser humano, apagando en él todos los rasgos de la gloria divina, como
Samael había hecho con el cetro.
20 Su propia experiencia, al declarar en
aquella mañana a los súbditos de Salem su decisión de ir en la búsqueda
del cetro perdido, comenzó a repetirse delante de Sus ojos.
21 Reuniendo a las huestes que habían
permanecido fieles a Su gobierno, el Creador comenzó a revelar un plan de
rescate: Él habría de ir en la búsqueda del hombre, y lo redimiría, aunque esto
le costase un sacrificio infinito. Delante de esta revelación, el hijo de
Adonías se postró conmovido, al descubrir que en su vida había tenido la
honra de retratar al propio Mesías.
22 Todo el drama vivido por el hijo de
Adonías en su angustiante búsqueda, hasta el momento de su suplicio por la
redención del cetro, fue ganando amplitudes en aquella visión que abarcaba
toda una eternidad. Delante de sus ojos desfilaban escenas de una gran batalla
que, sin tregua se extendería hasta el día del juicio final, cuando el Mesías
victorioso empuñará el cetro redimido, sellando con él la condenación de todas
las huestes rebeldes.
Capítulo
14
Melquisedec tuvo conocimiento de la Gran
liberación debido a las revelaciones que le fueron manifestadas por el ángel
del Señor. Abraham, Sara, Isaac, Lot y sus dos hijas, así como los pastores y
fieles, son recibidos con júbilo en Salem, para celebrar La Fiesta de Sukot.
Abraham entrega el rollo a Melquisedec, y éste lo cose uniéndolo al suyo.
Después de leer parte del rollo de Abraham, Melquisedec bendice al pequeño
Isaac y profetiza concerniente al futuro del rollo.
1 A través de las revelaciones recibidas
del ángel, Melquisedec tomó conocimiento de la gran liberación alcanzada diez
días antes de su coronación, en Rosh Hashaná, cuando delante de trescientos
pastores con sus vasos encendidos, ejércitos de cinco reyes habían caído,
saliendo libres los cautivos.
2 Conociendo nuestra intención de subir a
Salem por la ocasión de Sukot, el rey hizo preparativos para una gran fiesta,
en la cual conmemoraríamos juntos la victoria sobre toda la desarmonía
generada por el orgullo y por el egoísmo.
3 Fue por esto que al llegar nosotros a
Salem, fuimos sorprendidos con toda aquella honorífica recepción.
4 El ocuparme con el relato de todos esos
acontecimientos, me hizo pasar por todo este séptimo año, casi sin notar sus
días, que pasaron veloces. Estamos hoy a las puertas de un nuevo Rosh Hashaná,
cuando los 300 pastores tocarán los cuernos, convocando a todos aquellos que
posean las perlas, para la reunión solemne de Yom Kipur. Cinco días después
seremos recibidos en Salem para la fiesta de Sukot.
5 La certeza de que acontecimientos
importantes todavía deberán ser relatados hasta el momento en que el vaso será
dejado en la cueva, me hace reservar un espacio en el rollo, en el cual
registraré, día tras día, los hechos, hasta la consumación de esta historia.
6 Hoy es Rosh Hashaná, el día más feliz de
mi vida, pues mis brazos podrán abrazar finalmente al hijo de la promesa. La
primera cosa que Sara hizo al recibirlo, fue colocarle en su manita derecha la
segunda perla que el Mesías le había dado en el día de su conversión, en la
cual estaba escrito el nombre Isaac que significa "risa", el nombre
de Melquisedec y el nombre de Salem.
7 Dos días antes del Yom Kipur, Isaac fue
circuncidado, conforme a la orden de Yahwéh.
8 Desde que los pastores comenzaron a
tocar sus cuernos en Rosh Hashaná, todos aquellos que poseían perlas del
vaso, dejaron sus tiendas, dirigiendose en grupos pequeños, para estar junto al
Roble de Mambré.
9 Al llegar el Yom Kipur, el día de la
reunión solemne, mis pastores me informaron que todos aquellos que habían
recibido perlas, habían comparecido a la reunión, no faltando ninguna persona.
Era maravilloso ver la alegría estampada en el semblante de toda aquella
multitud, que anhelaban la subida a Salem. Todos tenían una historia que
contar, de cómo fueron mal comprendidos y humillados por aquellos que no
recibieron la salvación representada por las perlas. El único consuelo que
tenían en aquel tiempo, provenía de la certeza de que subirían a Salem para la
fiesta de Sukot.
10 En el primer día de la fiesta de Sukot,
la multitud fue subdividida en grupos pequeños de doce personas, para subirnos
en orden hasta Salem.
11 Teniendo el vaso con el rollo en mi
espalda, me coloqué al frente de la multitud, siendo seguido por
Sara e Isaac, que venían montados en un camello; Luego detrás venían Lót y sus
hijas; y un poco mas atrás, los trescientos pastores seguidos por todos los
fieles.
12 Iniciábamos nuestro ascenso cuando,
acompañado por todos sus súbditos, apareció Melquisedec viniendo a nuestro
encuentro, haciendo vibrar por los aires el sonido festivo de muchos
instrumentos musicales, conmemorando la gran victoria.
13 Después de saludarnos, el hijo de
Adonías nos condujo en una marcha festiva hasta introducirnos a las puertas de
Salem, que se encontraba ahora más bonita que antes.
14 Delante del trono, todos los redimidos
fueron coronados por Melquisedec, comenzando en seguida el gran banquete.
15 Grande fue la alegría del rey de Salem
cuando le entregué el vaso con mi manuscrito. Llevándome a una sala especial
del palacio, él me mostró los seis manuscritos en los cuales había registrado
la historia del Universo, según como le había sido mostrada en su sueño.
16 Al recibir mi manuscrito, él lo cosió a
los demás, llegando a ser el primero del gran rollo.
17 En el último día de la fiesta de Sukot,
el rollo fue abierto delante de toda la multitud de fieles. Después de leer una
buena parte de mi manuscrito, el hijo de Adonías, tomando en sus brazos al
pequeño Isaac, afirmó:
18 —En la descendencia de éste niño habrá
de cumplirse todas las cosas escritas en este manuscrito. —
19 Habiendo dicho esto, el rey lo bendijo,
devolviéndoselo a Sara.
20 Después de bendecir a Isaac,
Melquisedec comenzó a hablar sobre el futuro del rollo que permanecería por
casi cuatro milenios oculto en una cueva, siendo finalmente encontrado por un
beduino de la tribu de Taamireh. Al salir de su cueva, el rollo enfrentaría la
oposición de muchos eruditos que lo declararían apócrifo. Vendría, sin embargo,
el momento, en que sus revelaciones serían confirmadas, y muchos serían
transformados por sus mensajes, preparándose para el día del juicio final.
El Libro Melquisedec contiene 3 Historias, a saber:
PARTE 1: La Historia de Un Vaso. Abraham, por mandato divino, registra en un Rollo, los acontecimientos relacionados con La Gran Liberación que tuvo lugar en la ocasión cuando Lot y los cautivos fueron liberados por la intervención de Abraham y sus pastores (Gén. 14).
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PARTE 2:La Historia de Salem. Abraham, por mandato divino, también registra en el rollo la Historia que le relató Melquisedec sobre el desenlace de los acontecimientos relacionados con Salem, la ciudad de la Paz, o JERUSALEM su ciudad amada.
Leer Libro de Melquisedec (Historia de Salem) Clic Aquí
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PARTE 3: La Historia del Universo. Melquisedec, por mandato divino, registra en un Rollo, la revelación que recibió por medio de un ángel de Luz, donde se le revela el origen de la Historia, aún desde "antes de la fundación de este mundo", cuando el ser humano todavía no estaba sobre la tierra. Además de acontecimientos que trascienden hasta la culminación de la Victoria del Reino de la Luz, la Victoria del Trono de Dios y del Cordero.
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PUEDES VER LA PRIMERA PARTE DE ESTA SERIE
TESOROS DE QUMRAM PARTE 1
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Shalom! Muchas Gracias por Escribirnos. Deja la timidez. Tu opinión es muy importante. Estamos en continuo aprendizaje. Por favor recuerda informar de que ciudad y país te comunicas. Por privado email: guardianuniversus@gmail.com al enviar un numero telefónico recuerda dar el indicativo de tu país. Bendiciones! YESHUA y La Loto Sierva Editora Guardianes de Universos