El SEÑOR vive, Bendita sea Mi roca, y ensalzado sea el
Dios de mi salvación.” Salmo 18:46
Por: Luis Fernando Graciano Valdez
Ministerio CADE
El desierto del Néguev es uno de los paisajes más espectaculares del mundo. Ese desierto consiste de escarpados riscos de piedra caliza, enormes peñas y secos cauces de río tallados por las fuertes corrientes repentinas, como las huellas que dejan los dedos cuando se arrastran por la tierra.
Es hermoso y brutal a la vez. En el verano, las temperaturas pueden alcanzar hasta 120⁰ F (49⁰ C). Un fin de semana, se encontraba un grupo que ignorantemente caminaban por el desierto a pleno mediodía. Alguien se percató de que la temperatura estaba en 114⁰ F (45⁰ C). Con insuficiente agua, podría experimentar insolación. El agua en su botella estaba tan caliente que parecía que la había calentado sobre la estufa. Sentía mareos y náuseas, y se le oscurecía la vista. Era esencial que se salieran del sol de inmediato, y rápidamente buscaron una sombra fresca bajo unas enormes peñas al pie de un risco. El alivio fue indescriptible.
Eso fue lo que quiso decir el libro Isaías cuando describió el reino del Mesías “…como la sombra de una gran peña en tierra árida” (Isaias 32:2). También podemos entender por qué la Biblia describe al Señor como una Roca. Cuando nos apartamos del cuidado y la protección de Dios, nuestros pasos se tornan confusos y erráticos; nuestra visión se nubla y perdemos nuestro enfoque. El Señor dice que rescatará a los que le aman, protegerá a los que confían en Su nombre y estará con nosotros siempre (Salmo 91:14-15). Ese día, supe que el Señor era mi Roca, Adonai Tzuri.